DOMINGO XXX (B)

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Del ciego, podemos sacar, para nuestra vida, varias enseñanzas:

lo primero es pedirle al Señor, aquello que necesitamos, si realmente lo creemos justo, y además con insistencia, «alzando la voz».

Luego, pedirle al Señor, que nos dé ojos nuevos para quitar las etiquetas a todos aquellos prójimos que nos encontramos a lo largo del día y que se nos vienen enseguida sus defectos y el encasillamiento en el cual los tenemos ubicados.

También ojos nuevos, para ser sensibles al paso del Señor por nuestra vida, y agradecérselo siguiéndolo por el camino, como dice la lectura.

PARA REZAR

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Ayúdanos Tú, Dios nuestro, a abrir sin temor
las puertas y ventanas de nuestra alma
para que tu Luz penetre en nuestro interior.

Sólo Tú, Señor, puedes hacer cada día
que no permanezcamos ciegos e insensibles
ante el dolor de tantos hermanos nuestros,
sentados al borde del camino de esta sociedad.

Dios Padre Bueno que a todos nos amas,
ten compasión y Misericordia de nosotros,
No permitas que los pobres y excluidos
de nuestra sociedad sean invisibles a nuestra mirada.

Dios Padre Bueno, Compasivo y Misericordioso,
danos Tú cada día el Don de la Fe para lograr verte,
conocerte mejor y transmitir a todos tu Amor.

No permitas que nada ni nadie ahoguen nuestra fe
ni nos impidan jamás trasmitirla a los demás,
gritando a todos valientemente que Tú eres el Mesías
y el único capaz de sanarnos y entregarnos la Salvación. Amén

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