El domingo pasado recordábamos el testamento vital de Jesús, su undécimo mandamientos, el “como yo os he amado”.
En el evangelio de hoy que suena a despedida, Jesús nos dice: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Jesús también estaba de paso y ahora está de mudanzas. Cumplida su misión deja la casa de la tierra y se muda a la casa del cielo, a la derecha del Padre.
ESTOY AQUÍ DE PASO
En el siglo pasado, un turista fue a visitar a un famoso rabino
El turista se quedó sorprendido al ver que el rabino habitaba en un cuarto sencillo, lleno de libros, y en el cual los únicos muebles eran una mesa y un banco.
-Rabi, ¿dónde están los muebles? -preguntó el turista.
-¿Y dónde están los suyos? -le preguntó el rabino.
-¿Los míos? ¡Pero si yo estoy aquí de paso!
-Yo también -dijo el rabino.
Uno de los signos de los tiempos es la movilidad. Los hombres somos hoy más nómadas que en el pasado. Por razones económicas, de trabajo, sociales y religiosas estamos de mudanzas continuamente, dejamos una ciudad, un país, una casa, un trabajo…estamos de paso y de mudanzas continuas.
Jesús vuelve al Padre, a la ciudad que no necesita sol ni luna, a la ciudad sin templos porque el Señor es el templo.
Dios siempre fue nómada, compañero de camino de su pueblo. Un día lo encerraron en el gran Templo de Jerusalén y sólo fue liberado cuando los romanos lo destruyeron y no dejaron piedra sobre piedra. Desde entonces sigue viajando en busca de una morada en el corazón de los hombres.