DOMINGO XXV

«O vas a tener envidia porque yo soy bueno?»


En la práctica no terminamos de creer que el Dios de Jesús es Padre de bondad insondable. Tendemos a imaginarle pendiente de lo que hacemos para premiarnos o castigarnos.

La parábola de los viñadores nos urge a cambiar la imagen que tenemos de Dios (Evangelio). El Señor de la viña contrata jornaleros a distintas horas del día y les paga a todos lo mismo, lo convenido…¿será verdad que Dios no mide el mérito de las personas porque busca responder desde su bondad de Padre a nuestra necesidad de salvación?.
La justicia humana no actúa así…pero nuestro Dios sí porque es infinitamente bueno.

Creer en un Dios así da fuerza para afrontar la vida desde el amor bondadoso; somos felices desde el compromiso de procurar el bien del hermano, aunque sea un inútil o no rinda como los demás. Con Dios en el corazón nuestra justicia no depende de las obras sino de la necesidad de liberación del hermano. Por el contrario, vivir con la fe falsa en un Dios justiciero nos lleva al escrúpulo y a la neurosis.

Aceptemos que nuestros caminos no son los caminos de Dios: «mis planes no son vuestros planes» (1ª lectura). «El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas» (Salmo 144).

Pablo escribe desde la prisión; su testimonio nos alienta a vivir sin angustia nuestro final; si el Apostol y nosotros hemos vivido protegidos por la bondad del Padre comprendemos su testimonio: «para mí la Vida es Cristo».

Jaime Aceña Cuadrado cmf

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