DOMINGO XXXII T. O.
«Velad, porque no sabéis el día ni la hora»
Cuando compras un coche debes calcular gastos de mantenimiento y gasolina; cuando una pareja de enamorados deciden casarse deben preveer la novedad exigente de su vida en común y el desgaste por el paso de los días y de los años en su amor; cuando los primeros cristianos optan por creer en Jesús Resucitado lo hacen con la esperanza de su retorno inmediato. Pero su vuelta se retrasa.
Los cristianos de entonces y de hoy vivimos una larga espera. ¿Cómo vivir despiertos mientras llega el Señor?. Jesús nos ayuda a responder con la parábola de «las diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo» (Evangelio).
¿Cómo mantener encendida la llama de la fe en nuestras lámparas?. Sólo cinco mantuvieron las lámparas encendidas porque llevaron, además, «alcuzas de aceite». Jesús es nuestra Luz; si mantenemos la unión con Él nuestras lámparas tendrán su Luz e iluminarán a otros. Ser de Cristo nos ilumina con el aceite de la Caridad. No se apagará nunca nuestra fe si le amamos, si guardamos su Palabra y si no escondemos la Luz. Vigila quien ama al Esposo.
Las doncellas que acuden a recibir al Esposo son sabias porque han acogido la Sabiduría que busca siempre a los que son dignos de ella (1ª lectura); «quien vela por ella, pronto se verá sin afanes».
Dios nos busca, sale a nuestro encuentro para ofrecernos su Sabiduría; el creyente anhela este encuentro; es un anhelo vigilante, como tierra reseca, agostada, sin agua, que espera lo más valioso: la lluvia, el Espíritu que da vida (salmo 62).
S. Pablo comparte esta vigilante espera y nos motiva a no desfallecer «pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con Él» (2ª lectura). ?Vivimos de la Fe?. ¿Vivimos en vigilante espera porque amamos al Resucitado en nuestros hermanos?.
Jaime Aceña Cuadrado cmf