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DOMINGO XXXIII DEL T. O.

«Eres un empleado fiel y cumplidor…pasa al banquete de tu Señor»

Todos conocemos personas en paro que van deteriorándose por la falta de trabajo; las personas somos, por naturaleza, sociables y trabajadoras. Cuando el paro es de larga duración, puede quebrantarse la autoestima, la vida familiar, la vida moral y la salud.

Si el Evangelio del domingo pasado era una invitación a la vigilancia, el de hoy es una llamada urgente al compromiso. La parábola de los talentos presenta al Señor que nos capacita para colaborar en la llegada de su Reino. Cada uno recibimos cualidades para ello. El Señor alaba al que ha recibido cinco talentos y presenta otros cinco; lo mismo hace con el que ha recibido dos y presenta otros dos (Evangelio). Dios no exige por encima de nuestras capacidades; esperaba, también, que el que había recibido un talento le devolviera otro; pero este empleado está paralizado por el miedo, no innova, conserva lo que ha recibido, teme a su Señor, no confía en Él. Es condenado por su miedo, por su falta de fe, no por sus obras.

El miedoso cae en la pereza no productiva; la parábola denuncia las actitudes de los que quieren conservar todo como está; denuncia el «conservadurismo» en la Iglesia y en nuestras vidas; no podemos guardar sólo la doctrina con el lenguaje y la explicación de siempre; la dinámica de la parábola nos exige el diálogo con la cultura y la búsqueda actual de las personas del siglo XXI porque Dios «nos ha dejado encargados de sus bienes». Para Dios su mayor bien somos las personas. «La mies es mucha….»

La mujer descrita en el texto de los Proverbios pone a trabajar sus talentos, «cantadle por el éxito de su trabajo» (1ª lectura). Es alabada por su sensatez (confía en el Señor) porque «engañosa es la gracia, fugaz la hermosura».

El hogar feliz está cimentado en la fidelidad y fecundidad; como alegoría podemos aplicar a la Iglesia el salmo 127 porque sus hijos «como brotes de olivo nos sentaremos alrededor de la mesa del Señor».

Desconocemos el día y la hora de la vuelta del Señor; no tememos su llegada porque hemos pasado de las tinieblas a la luz y su Venida es el Día del Señor (2ª lectura). La Venida-Día del Señor se ha iniciado en nuestro bautismo y se consumará en el encuentro con el Señor cuando nos llegue la hora de partir de este mundo al Padre. Vivamos sin temor a su Venida-Día.

Jaime Aceña Cuadrado cmf

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