DOMINGO 3º DE CUARESMA (4-3-2018)

La ley civil no es suficiente, en la práctica, para salvaguardar los derechos humanos. Con tanta iniciativa progresista no desaparece la injusticia, ni el hambre, ni todos tienen las mismas oportunidades para progresar. Son evidentes los progresos que se han conseguido, ¡pero falta tanto para el desarrollo y la vida digna de todos!.

«Destruid este templo y en tres días lo levantaré»

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La ley civil no es suficiente, en la práctica, para salvaguardar los derechos humanos. Con tanta iniciativa progresista no desaparece la injusticia, ni el hambre, ni todos tienen las mismas oportunidades para progresar. Son evidentes los progresos que se han conseguido, ¡pero falta tanto para el desarrollo y la vida digna de todos!.

La ley, sin Espíritu, hacía imposible la libertad en la antigua Alianza. (1ª lectura). Israel no sirvió en exclusiva al Señor, ni cumplió los mandamientos del Decálogo que Moisés bajó del Sinaí. El becerro de oro seduce al pueblo, entonces y hoy, cuando olvida que Dios le ha liberado de la esclavitud.

El hombre no podía vivir en libertad con sus propias fuerzas. La dinámica espiritual era de abajo hacia arriba, del hombre hacia Dios. El mito griego de Prometeo representa muy bien esta dinámica espiritual: la voluntad de plenitus siempre se rompía por la experiencia de limitación y debilidad humanas.

Los sacrificios del Templono producían la justificación porque eran ofrenda humana para conseguir los favores de Dios y para someter la voluntad divina a las necesidades humanas. Jesús cambia esta pretensión. Jesús es el nuevo Templo (Evangelio); en Él se humaniza la Palabra y la Voluntad de Dios. La dinámica es ahora de arriba abajo; Jesús se hace uno de tantos y esta es la nueva Sabiduría de Dios, que los gentiles consideran necedad (2ª lectura).

Jesús nos hace libres con su gracia y con su entrega; ahora el culto verdadero, que Dios acepta se hace en espíritu y en verdad; ya no se da en este monte o en el Templo; acontece en la libertad que Cristo regala al que le abre su corazón, su mente y su voluntad. La vida en Cristo es la nueva relación con Dios y con el prójimo. Su fruto es la salvación.

Jesús es Templo encarnado. Y todos los bautizados somos piedras vivas construídas sobre la Roca, que es Cristo (S. Pablo). Esta comunidad de bautizados es el nuevo Templo en el que reside la gloria de Dios y en el que es posible la vida de toda persona (S. Ireneo).

Hoy es buen día para cantar el salmo 18, en medio de la Asamblea de bautizados: «Señor, tú tienes palabras de vida eterna». El culto verdadero incluye el amor al prójimo porque es la garantía de nuestro amor a Dios, a quien no vemos.

Jaime Aceña Cuadrado cmf

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