DOMINGO 4º DE CUARESMA —-11-Marzo—-
La historia de Israel no ha perdido vigencia; en ella nos sentimos reflejados. Seis siglos después de la alianza de Dios en el Sinaí, el Señor permanece fiel pero el pueblo le ha dado la espalda muchas veces, durante años. Dios siempre le ha invitado a volver mediante sus mensajeros «porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada» (1ª lectura). Hoy seguimos mofándonos de su Palabra y de sus Profetas. Nuestra historia tiene muchos puntos comunes con la de Israel, también hoy nos hemos alejado de Dios y nos martiriza la ausencia de Dios porque crece la injusticia y aumenta el miedo en la convivencia.
Contamos con una novedad: el Hijo del Hombre ha sido elevado «para que todo el que cree en Él, tenga vida eterna» Tanto amó Dios a su pueblo, en esta etapa de la historia, que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna» (Evangelio). Esta Gracia de Dios necesita nuestra colaboración para que sea posible la salvación y la convivencia llegue a ser fraterna.
Como Jesús se ha comprometido con nuestra historia hasta dar la vida, sus discípulos caemos en cuenta de que el Reino de Dios acontece aquí y ahora en nuestro interior y en la urgencia de convivir como hermanos en una sociedad enfrentada.
«Las buenas obras que Él determinó que practicásemos» (2ª lectura) son arrimar el hombro para que «venga a nosotros su Reino».El Espíritu, que recrea y hace nuevas las cosas, trabaja con nosotros y es «brisa en las horas de fuego» y «descanso que reconforta en los duelos». Con S. Pablo podemos concluir: todo lo puedo en Aquel que me conforta».
Jaime Aceña Cuadrado cmf