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DOMINGO DE RAMOS 25 de Marzo


«Realmente este hombre era Hijo de Dios»

El Domingo de Ramos une la humildad de Jesús, que hace su entrada en Jerusalem montado en un «asnillo», con la alegría de los que le acogemos como al Mesías-Salvador: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor!». Jesús no se identifica con los ídolos mediáticos de nuestro tiempo; no ha preparado un espectáculo costoso; su entrada en la ciudad es acorde con su vida: nace pobre, vive más pobre y comienza su Semana Santa de prestado (Evangelio).

Después del entusiasmo de la Liturgia de hoy -bendición de ramos, aclamaciones,procesión-, la Palabra, con la Asamblea sosegada, anuncia el horizonte dramático de la Pasión; el cántico del Siervo de Yahveh presenta la actitud sacrificial de Jesús: «no me tapé el rostro ante ultrajes y salivazos…sabiendo que no quedaría defraudado» (1ª lectura).

El relato de la Pasión, según S. Marcos, resalta que Jesús, obediente al Padre, fué crucificado «con dos bandidos» porque lo consideraban «un malhechor». Pero el centurión, al ser testigo de la oración y agonía de Jesús y «al ver como había expirado dijo: realmente este hombre era Hijo de Dios». Es la pretensión de todo el Evangelio de Marcos, presentar a Jesús como verdadero Hijo de Dios.

Al escuchar este relato de la Pasión me puedo involucrar en el drama: ¿me identificp con la cobardía de Pedro porque afirmo con mis obras que no conozco a Jesús?; ¿me arrepiento, después, como Pedro?; ¿o mis traiciones se parecen más a las de Judas porque he perdido la fe-confianza en ese Jesús condenado a muerte?; ¿siento el impulso de ayudar a llevar la Cruz como Simón de Cirene?…¿ayudo a llevar las cruces a mis hermanos?; no es semana para escabullirme y traicionar mi relación con el Maestro.

S. Pablo nos abre la Esperanza: Jesús «se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo»…»de modo que toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre!». Antes subamos al Calvario con Él.

El mensaje de este Domingo es el mejor Pregón de Semana Santa porque anuncia el sufrimiento de Jesús como preludio de su Resurreción y Señorío, porque vence al pecado y la muerte con su entrega obediente hasta expirar en la Cruz. Con Él aprendemos a orar, a compartir nuestros bienes, a perdonar, a convivir de un modo nuevo. La Pascua hace nuevas a las personas y a su relación con la naturaleza. Quien viva la Pascua con el Señor ya no será como antes.

Jaime Aceña Cuadrado cmf

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