«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos»
El Evangelio interpela nuestra vida del siglo XXI; también la vida de la Comunidad en que se escriben los textos; el de hoy refleja la situación que viven las comunidades del siglo Iº.
Hay dos expresiones que aluden a la persecución que padecen esas comunidades: «poda» y «permanecer» (Evangelio). La poda dolorosa produce fruto; en tiempos de tribulación personal y comunitaria mantendremos la Vida si permanecemos unidos a la Vid, que es Cristo. Abandonar la fe nos arranca de Cristo y nos secamos como los sarmientos desgajados de la cepa.
De Cristo recibimos la savia, el Espíritu, que nos hace comprender su Palabra , que hace posible la unidad de todos los discípulos, la misión compartida, la eficacia de los sacramentos, la corrección fraterna, el perdón de los pecados…la savia, el Espíritu, impide la costumbre rutinaria de la fe; impide el error de esforzarnos en moralismos olvidando la fuente del Amor de Dios que nos mantiene unidos.
Fruto de permanecer unidos a la vid es la fe nueva que que se abre libremente a Jesucristo, como hizo Saulo, de perseguidor violento a convertirse en Apóstol de los gentiles. (1ª lectura).
La Comunidad que permanece unida a la Cepa, hace lo que agrada al Señor y es fermento del Reino en el barrio: «que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros, tal como lo mandó» (2ª lectura). Si no procuramos vivir así, nuestra existencia como Iglesia carece de sentido.
La savia, el Esíritu, clama en oración: «Señor Jesús, quiero ser verdadero sarmiento siempre unido a Tí, acompañado de otros sarmientos; Tú y mis hermanos me alimentáis y protegéis en dias de sol o de lluvia, en días de sequía o de tormenta; que nunca nos sequemos porque nos separemos de Tí; así podremos ofrecer los frutos del Espíritu a los que se acerquen a nuestras Comunidades y pregonarlos a los que están lejos o muestran indiferencia». Amén.
Jaime Aceña Cuadrado cmf