ASCENSIÓN DEL SEÑOR 13 de Mayo
«¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?
Nos hacemos preguntas que no venden en tertulias, ni en periódicos, ni en twiter…»¿hacia donde vamos?; ¿cuáles nuestra última meta?». El evangelio de S. Juan nos ayuda a vislumbrar la respuesta porque engloba la Pasíon, Muerte, Resurrección y Ascensión como meta última de Jesús: «la vuelta al Padre». Su partida no es fuente de tristeza para los discípulos porque su meta es la nuestra, porque hay una corriente de vida que no cesa: Padre-Hijo-discípulos.
No perdemos la esperanza porque Jesús es fiel y nos enviará el Espíritu Santo defensor-abogado-sabiduría-brisa-fortaleza.Jesús «consagra» a sus discípulos para que continúen su misión aunque haya persecuciones. Estamos «urgidos» a proclamar el Evangelio, acompañados de estos signos: «echarán en mi nombre demonios, ghablarán lenguas nuevas…impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos» (Evangelio).
La Ascensión es el ëxodo definitivo: retorno al Padre, entrada en la gloria definitiva, consumación del sacerdocio de Cristo y condición para que nos envíe el Espíritu Santo prometido; ya el miedo no tiene la última palabra; miremos a la tierra para construir el Reino; la fe nos mantiene en unión con el Señor glorificado, nos hace testigos de su triunfo, en en que todos participamos si le acogemos como el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo y «que volverá como le habéis visto marcharse». (1ª lectura).
El proceso de salvación lo presenta S.Pabl con estas etapas: -Cristo hace que el Padre sea conocido y orienta la vida humana hacia los bienes futuros. -Cristo hace presente el poder del Padre en toda la Creación, poder que realiza la resurrección de la persona humana y su dignidad.-Este poder culmina en Cristo, Señor de la Creación, lo llena todo en todo y es constituído cabeza de lo creado.-La Iglesia es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos» (2ª lectura).
No olvidamos tu promesa, Señor «yo estaré con vosotros todos los días»…Subes bendiciendo un diluvio de benevolencia sobre todos. Enséñanos, Señor, a bendecir: bendecir al Padre, bendecir al pobre, bendecir el pan y la palabra, bendecir con la mirada y con el amor sincero, sembrado, a diario, con los pequeños detalles que nos humanizan. Amén.
Jaime Aceña Cuadrado cmf