CORPUS CHRISTI 3 de Junio
«Tomad y comed: esto es mi Cuerpo».
«¿Qué sería de nuestra vida de cristianos sin la Eucaristía?» -se preguntaba Benedicto XVI-. La Iglesia obedece, cada día, el mandato de Jesús: «haced esto en memoria mia». La Eucaristía alimenta la fe, la comunión y la tarea evangelizadora de la Iglesia en todas las culturas.
Desde que Jesús se reunió con sus discípulos en el Cenáculo a celebrar la Pascua, otra sociedad es posible. El Amor y el servicio fraterno que allí prendió no deja de crecer. Sólo vale el Amor que no tiene medida, que sirve y se entrega por todos. (Evangelio). Si prevaleciera en nuestra conviviencia este Sacramento de la Fe, nuestras divisiones dejarían paso a la comunión fraterna, signo de la comunión Trinitaria.
Lo acaecido en el Éxodo es anticipo de la Eucaristía (1ª lectura); la sangre del cordero que marcaba las puertas del pueblo elegido deja paso a la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, Jesucristo.
Es angre derramada toda y por todos «para purificar nuestra conciencia de las obras muertas» (2ª lectura).
Es día para adorar el Sacramento: «gracias por tu presencia, medicina y alimento; el pecado redimido, la muerte ya no da miedo. Te has quedado con nosotros, nuestro amigo y compañero. Sólo te pido una cosa, ser tu pan y tu fermento» (Rafael Prieto).
Es día para adorar y para «remangarse», lavar los pies y comprometerse: compartir el pan , en vez de acapararlo (justicia); partir el pan, en vez de conservarlo (caridad); amasar la harina con ternura y esperanza (no por interés); cocer el pan en el horno del amor (sin avaricia); que el pan se coma en la mesa de la fraternidad; que la mesa del Pan de Vida esté abierta a todos porque los que comulgamos el Cuerpo de Cristo, hacemos de lo que somos y tenemos pan ofrecido…nos convertimos en quien comulgamos; es día de sembrar el Amor de Cristo con obras- que los proyectos solidarios no olviden «las obras de misericordia» corporales y espirituales.
Jaime Aceña Cuadrado cmf
