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DOMINGO XXV del T. O. 23 de Septiembre


«…no entendían aquello y les daba miedo preguntarle»

Hemos hecho muchos intentos de controlar a Dios y sus iniciativas…pero es incontrolable e insobornable. Incluso hemos intentado domesticar a los amigos de Dios, «los justos» les llama la Biblia (1ª lectura). Describe al justo perseguido que sufre: «lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura…lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se acupa de él». Muchos creyentes son «acechados» en sus trabajos, en sus familias…sufren como Jesús, el justo por excelencia.

El salmo 53 invita a todos los creyentes a confiar en Dios, a darle gracias porque «Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida»…

En la mente de los discípulos no cabe la idea de un Mesías que tenga que pasar por la humillación y por la condena a muerte (Evangelio). No se atreven a preguntarle y no profundizan con el Maestro en su destino de Cruz y Resurrección. Los discípulos de hoy podemos cerrar en falso esta meta de Jesús y pasar la vida atrapados en las ocupaciones diarias sin vivr el presente desde la Esperanza cristiana, sin vivir desde la meta futura de Jesús, que es la nuestra.

Preferimos discutir por el camino sobre «quién es el más importante»; los criterios al uso desdibujan la novedad de Jesús y la llegamos a olvidar en la práctica: «quien quiera ser el primero. que sea el último de todos y el servidor de todos». Jesús nos pone en medio a un niño para aprender de su humildad y de su confianza…quien más sirve con amor es el primero en la comunidad de Jesús.

Supliquemos la verdadera Sabiduría a Dios «que es pura, amante de la paz,, comprensiva, dócil, llena de misericordia…». (2ª lectura). El espíritu del mal pretende engañarnos con astucia, como en la narración del Paraiso; su engaño está presente en la vida diaria: luchas, codicias, ambiciones, asesinatos…Santiago nos exhorta a orar bien, suplicando la verdadera Sabiduría que es la voluntad de Dios.

Jaime Aceña Cuadrado cmf.

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