DOMINGO iº DE ADVIENTO 2 de Diciembre
«¡Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación!»
El desencanto es una mancha de aceite que ahoga la esperanza. Las noticias de cada día potencian el desencanto y la tristeza; sin embargo, el Adviento insiste cada año: Dios viene a salvarnos. Abramos las ventanas del alma y volvamos a revivir la espera y la necesidad del Mesías de la mano de los profetas, de Juan el precursor y testigo, de María la Virgen Madre, Inmaculada.
Jeremías llama al Mesías «El Señor es nuestra justicia»; así anuncia que va a implantar un mundo justo en el que Dios es lo primero y el hombre que vigila lo reconoce, confía y adora; este mundo se aplica a Jerusalén, sede del Mesías (1ª lectura). La venida de Dios no es una intervención espectacular que erradique de un plumazo la injusticia y el sufrimiento; estemos atentos porque su obra es traer a su Hijo Jesús, por el Espíritu, en amor sencillo, pobre, entregado hasta su muerte y resurrección…que no nos cieguen las luces del consumo, ni los modos de los «mediáticos»…el camino del Mesías se abre paso en su despojo y humildad.
El salmo 24 es súplica confiada pidiendo luz para caminar por el camino recto, el del Mesías que viene: «A tí, Señor, levanto mi alma…el Señor enseña su camino a los humildes…y les da a conocer su alianza».
Pablo ruega al Señor que «nos haga rebosar en amor mútuo…» (2ª lectura). Lo que pide para su querida comunidad de Tesalónica es súplica para todas las iglesias, en todo tiempo y lugar. Ruega, también, que el Señor afiance los corazones en la tarea de esquivar el pecado y fructificar en la justicia, esperando, con paz, la Venida del Señor. El amor mútuo construye la justicia y la Paz; es el camino seguro para el encuentro con el Mesías-Salvador, que llega.
Jaime Aceña Cuadrado cmf