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ASCENSIÓN DEL SEÑOR 2 de Junio de 2019

«Y mientras les bendecía, se separó de ellos»…


Lucas, en su relato evangélico, presenta el ministerio de Jesús como una ascensión, como un camino en subida de Galilea a Jerusalen y de Jerusalén al cielo. Al comienzo de los Hechos de los Apóstoles hace un resumen del ministerio público de Jesús que culmina en el relato de la Ascensión, que abre el comienzo de la misión de la Iglesia (1ª lectura).

La Ascensión es el mayor Éxodo: retorno de Jesús al Padre, entrada en la gloria, consumación del sacerdocio de Cristo, condición para el envío del Espíritu Santo y preanuncio de la venida final sobre las nubes del cielo. Corona su enseñanza-catequesis sobre el Reino de Dios que desborda los límites de las personas, del espacio y del tiempo. Es universal.

Lucas nos refiere la aparición del Resucitado a los apóstoles y su ascensión a los cielos (Evangelio). No acontecen en una jornada; Lucas separa los dos hechos: primero las palabras de Jesús; después, en Betania, desde donde había iniciado su entrada triunfal en Jerusalén, Jesús retorna definitivamente a la posesión de la «gloria» que le pertenece por su pasión y resurrección. Los apóstoles, reconfortados por la promesa y la bendición de Jesús, retornan a Jerusalén a la espera del Espíritu; entonces empezará su tarea: ser «testigos» de la «buena noticia».

Los discípulos de Éfeso viven ya la salvación; Pablo les escibe para que profundicen en la «buena Noticia» como personas y comunidad. Cristo salva en tres momentos clave: el primero da a conocer al Padre y la vida se ordena desde la obediencia a su voluntad; el segundo es la experiencia filial de oración que acrecienta el espíritu de sabiduría y de revelación (conocimiento-experiencia de Dios que toma la iniciativa y sale a nuestro encuentro en Cristo Resucitado). El tercero es que esta esta soberanía la ejerce Cristo como cabeza de la Iglesia en cada discípulo y comunidad; es el nuevo espacio del Reinado de Cristo que trnasforma la condición mundana hacia el Reino de Dios.

Con el salmo 46 aclamaba Israel al Señor actualizando la repatriación de Babilonia en procesión con tropetas hasta el Templo restaurado. Co este salmo, los cristianos acompañamos a Jesucristo que preside la gran procesión, el éxodo definitivo, de los redimidos, que desde el destierro del mundo subimos a la Sión del Cielo: plenitud del Reino de Dios que ya poseemos en germen por la fe en el Resucitado.

Jaime Aceña Cuadrado cmf

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