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LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA 8-XII-2019


Recordemos la definición del Dogma de la Inmaculada, proclamado por Pío XI el 8 de Diciembre de 1854: «…que la Bienaventurada Virgen María…en previsión de los méritos de Jesucristo, ha sido preservada y exenta de toda mancha de pecado original». Recoge y expresa la fe de la comunidad eclesial, de Oriente (siglo IV) y de Occidente (siglo XV) en sus liturgias respectivas.

Escribe Bernanos en diario de un Cura rural: «La Virgen era la Inocencia: ¿te das cuenta de lo que nosotros somos para Ella?…naturalmente la Virgen detesta el pecado, pero al fin y al cabo Ella no tiene del pecado experiencia alguna, no tiene esa experiencia que ni siquiera faltó a los grandes santos, al mismo santo de Asís. La mirada de la Virgen es la única mirada de niño que se ha levantado siempre sobre nuestra vergüenza y nuestra desgracia. Para rezar bien a la Virgen hay que sentir sobre nosotros esa mirada de compasión tierna, de sorpresa dolorosa, mirada que le ha hecho más joven que el pecado…y más bien que Madre por la Gracia es Madre de todas las gracias».

Este mirar a la Inmaculada y descubrir la Inocencia original de «la sin pecado», recorre la poesía, la pintura, la escultura. Jorge Manrique dejó escrito este poema: «Eva nos vistió de luto, de Dios también nos privó e hizo mortales; mas de Vos salió tal fruto que puso en Paz y quitó, también, males…por Eva la maldición cayó en el género humano y el castigo; mas por Vos la bendición fué y a todos dió la mano Dios amigo…¡oh, cuánto la tierra os debe!. Por Vos Dios volvió la noche en día; por Vos, más blanca que nieve, el pecador alcanzó Paz y Alegría».

Y Lope de Vega: «No cupo la culpa en Vos Virgen santa, bella y clara, que si culpa en Vos entrara no pudiera caber Dios».

La Inmaculada en su Concepción, elegida Madre «llena de Gracia», inició el cumplimiento de la promesa con el «alégrate» de los redimidos; es modelo en la espera del Advieno (Madre grávida) por tres actitudes que le hacen modelo para nosotros: ESCUCHA desde el corazón, con el latido de su vida; ACOGE Y MEDITA, se sorprende pero encuentra Luz en la Palabra y VIVE LA PALABRA hasta ser «esclava» de la voluntad del Padre y el Hijo, concebido en su corazón, creyente primero, toma carne en su seno e historia humana en su maternidad.

La Inmaculada es la Pascua de María, el Paso de la Madre grávida por nuestras comunidades; Ella es puerto de nuestra Esperanza: «Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de la mujer» (1ª lectura). Cantemos al Señor porque ha hecho maravillas en María (Salmo 97). El Salvador que nace de Ella, salva a todos sin distinción (2ª lectura). Estos días repetimos agradecidos el saludo del Ángel: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». (Evangelio).

Jaime Aceña Cuadrado cmf.

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