EPIFANÍA DEL SEÑOR 6 de Enero de 2020
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?»
Cada uno de nosotros vamos madurando una respuesta a los problemas que plantean los derechos humanos o el compromiso por la justicia como cimiento de paz estable; nos identificamos con alguna oferta de líderes sociales, de partidos políticos, de asociaciones internacionales (ONU por ej.). Pero todos constatamos los fracasos reiterados y corrupciones que impiden ligrar esos objetivos tan humanos y razonables.
Nos cuesta reconocerlo, pero, en el fondo, buscamos un Salvador que haga posible nuestros anhelos más profundos. Llama la atención que en la Edad Antigua estaba presente este anhelo en los pueblos afincados entre los ríos Tigris y Eúfrates (Mesopotamia), potenciado por los judíos allí residentes y por los gentiles simpatizantes con ellos. El Evangelio de Mateo recoge esta esperanza y la ilustra con datos bíblicos: profecías de Miqueas -estrella de Jacob, ofrendas de oro e incienso- y realza el nacimiento de Jesús sobre el de Moisés, «salvado de las aguas». Jesús es el nuevo Moisés, el rey de los judíos. La docilidad de los gentiles a la nueva fe contrasta con el rechazo de los judíos, Herodes, escribas…La fe de los magos sigue siendo camino luminoso para toda persona de buena voluntad. (Evangelio).
La salvación que trae el Mesías se descibe como una luz de amanecer que vence las sombras de muerte que dominan el mundo (1ª lectura). Este pasaje de Isaías inspira también a S. Mateo que escribe su evangelio a los que viven la nueva fe en ambiente judío: «levántate, Jerusalem, que llega tu luz». Su esplendor guía a los pueblos; «tus hijos llegan de lejos, vienen a tí».
El salmo 71, canta al Reino de Dios que va a inaugurar el Mesías porque será un Reino de justicia para los pobres y humildes; ya se ha iniciado pero todavía no ha llegado a plenitud: «se postrarán ante Tí, Señor, todos los reyes de la tierra».
Pablo, Apóstol, escribe que ahora el plan salvífico de Dios ha sido revelado, también, a los gentiles que «son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa de Jesucristo por el Evangelio» (2ª lectura). Consecuencias: todos estamos llamados a la Salvación, todos somos miembros de la única Iglesia de Jesucristo porque uno sólo es el Cuerpo de Cristo; ya no hay judío y pagano. libre o esclavo. Falta mucho para conseguir este ideal; hay muchos que rechazan el camino y la verdad de Jesucristo; hay otros muchos que nos consideramos cristianos pero no derribamos los muros que nos enfrentan; es urgente el ecumenismo intraeclesial como base para el diálogo ecuménico e interreligioso; es dura la conversión para tender puentes de acogida a los refugiados o a las víctimas de guerras y de rupturas familiares.
A todo esto nos compromete haber visto salir su Estrella y adorarle de verdad, abriendo el cofre de nuestro corazón al Reino que inaugura este Niño, Sol que alumbra nuestras vidas y del que somos sus estrellas que alumbran a nuestros prójimos.
Jaime Aceña Cuadrado cmf