«Jesús fué llevado al desierto por el Espíritu»
Domingo 1º de Cuaresma -1 de Marzo de 2020-
Jesús, después de ser bautizado por su primo Juan en el rio Jordán, se retira cuarenta dias al desierto para preparar su ministerio mesiánico en Galilea, Samaria y Judea.
Jesús es tentado en su retiro de cuarenta días (Evangelio); sus tentaciones son las nuestras. Aprendamos de Él a vencerlas. El diablo pretende apartarle del Mesianismo querido por el Padre y que Él acepta, obediente. ¿Cómo las venció?:
-La primera: Después de cuarenta días de ayuno, sintió hambre; el diablo: «convierte estas piedras en pan». «NO SÓLO DE PAN VIVE EL HOMBRE». Nuestra tentación es hacer de la seguridad material la fuente principal de nuestro «bienestar», de nuestra felicidad; conocemos bien los efectos deshumanizadores de sucumbier a este señuelo: soledad, incomunicación, explotación de personas…Vencemos si nos abrimos a la Palabra de Dios, a su Amor fiel, si nos dejamos guiar por el Espíritu que se nos ha regalado; tengamos tiempo para escuchar y adorar a Dios en la Oración, en la celebración de la Penitencia y de la Eucaristía. Ayunemos por amor a los empobrecidos.
-La segunda: El diablo le propone un Mesianismo espectacular, -mediático, diríamos hoy-; desde lo alto del Templo le dice: «Tírate abajo, porque está escrito: encargará a los ángeles que cuiden de tí»…
Jesús le responde: NO TENTARÁS AL SEÑOR TU DIOS». El diablo pretende imponer sus criterios y caminos. Pero Jesús «no retuvo ávidamente ser Dios», «se abajó», «pasó por uno de tantos», ha escogido en camino de la humildad. Nuestra tentación es pretender ser más que los otros por tener más bienes materiales acumulados, por dominar a los otros, por tener poder aunque sea en un ámbito pequeño: familia, vecinos…Buscamos llamar la atención como sea.
Nustra Penitencia y Confesión puede estar motivada por este desvío espiritual.
-La tercera: El diablo le muestra las riquezas y el esplendor del mundo: «Todo esto te daré si te postras y me adoras». Jesús: VETE SATANÁS…AL SEÑOR TU DIOS ADORARÁS Y A ÉL SOLO DARÁS CULTO».
Nuestra tentación es no tener tiempo para Dios porque dedicamos mucho tiempo a las vanidades de la sociedad y al brillo del dinero.
Por sentido de justicia fraterna practiquemos las obras de misericordia y la limosna, privándonos.
La narración del paraiso del Edén evidencia nuestra naturaleza pecadora, nuestra inclinación a endiosarnos (1ª lectura). Como Adán, creado a imagen de Dios, como el salmista, como toda persona, también nosotros hemos pecado: «Misericordia, Señor, hemos pecado…devuélveme la alegría de tu salvación» (Salmo 50).
S. Pablo alienta nuestra Esperanza: «así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos». (2ª lectura). Sigamos a Cristo, obediente, hasta la Luz de su Pascua, que es la nuestra.
Jaime Aceña Cuadrado cmf