DOMINGO 3º DE CUARESMA 15 de Marzo -2020
«Señor, dame esa agua…»
Hoy la salvación de Jesús nos llega expresada en los símbolos de la sed y del agua. En el Éxodo encontramos al pueblo de Israel en marcha hacia la tierra prometida; ha obedecido a Dios dejando sus casas y cebollas de Egipto; ha superado el paso del Mar Rojo con la protección de Dios; pero la sed, en pleno desierto, pone a prueba su fe: ¿está o no está el Señor en medio de nosotros? (1ª lectura). El agua simboliza las bendiciones de Dios…»allí estaré yo ante tí…golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo».
Pero esto no es suficiente para saciar toda la sed de la persona humana. Jesucristo ofrece un agua distinta: «el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed» (Evangelio). El encuentro de Jesús con la Samaritana es una catequesis perfecta: parte de la fe: «si conocieras el don de Dios»…ya creemos; la fe abierta a la esperanza: «se acerca la hora, ya está aquí»; todo el proceso se consuma en el Amor: Jesús ofrece un surtidor de agua, Él mismo es ese surtidor de agua, es decir, de Amor misericordioso. En otro momento de su ministerio mesiánico, exclama Jesús: «el que tenga sed, que venga a mí y beba».
San Pablo describe el proceso de la justificación: la fe nos abre la puerta a la gracia salvadora, a la paz que pone fin a la angustia del pecado y a la enemistad con Dios; el segundo efecto de la justificación es la esperanza de la manifestación final de la gloria de Dios, que comporta la resurrección personal (con cuerpo espiritual), la vida eterna, el encuentro definitivo con Dios; esta meta de la esperanza ya la vivimos mientras peregrinamos en esta vida, aunque todavía no hemos llegado a plenitud; «la esperanza no defrauda»; Dios es fiel, cumple su Palabra: el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado». La cumbre de la justificación es que Dios nos ama, «es que Cristo siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros» (2ª lectura).
Nuestra respuesta agradecida es tá expresada en la plegaria del salmo 94: «escucharemos tu voz, Señor…venid, aclamemos al Señor porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía».
Jaime Aceña Cuadrado cmf