DOMINGO Vº DE CUARESMA 29 de Marzo de 2020
«Yo soy la Resurrección y la Vida».
El Evangelista Juan hace de las aspiraciones profundas de la persona humana, símbolos de la Salvación que inaugura Jesús: de la sed, el Agua viva; del hambre, el Pan de vida.
La visión profética de Ezequiel de los «huesos resucitados», es imagen plástica de la restauración de Israel; el pecado del pueblo infiel a la Alianza es la muerte anticipada; al dar la espalda a Dios, el pueblo pierde la fuente de la vida. El destierro que sufre Israel en Babilonia, es la muerte más trágica: esclavizado, sin Ley, sin Templo (1ª lectura). De nuevo la iniciativa de Dios: «Yo mismo…os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel». El amor de Dios es conmovedor: «pueblo mío», «pueblo mío».
Hoy Jesús se presenta ante Marta como la Vida, Él es la resurrección, está por encima de la muerte y de la vida ordinaria; Él es la vida para todo el que cree (Evangelio); antes de morir, vivimos en Él cada día de nuestra existencia si creemos en ÉL. Entonces y hoy unos creemos en Él y otros traman su muerte. La resurrección sociológica anunciada por Ezequiel, anuncia otra resurrección más personal, significada en Lázaro. Cristo no sólo vence una muerte, sino todas las muertes; y no para una temporada, sino para siempre. El Espíritu de Cristo es también el nuestro.
Como Ezequiel anunció la resurrección de Israel, La Iglesia, desde su miseria, clama al Señor, de quien viene la Salvación (Salmo 129).
Los que viven según la carne, en sus apetencias, están abocados a la muerte -escribe S. Pablo-; los que aceptamos la justificación que nos viene de Cristo, vivimos según el Espíritu «que resucitó a Jesús…vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros» (2ª lectura).
Si resuena en nosotros su Palabra: «Yo soy la Resurrección y la Vida», morir sólo es un paso; porque cada día experimentamos su Amor y resucitamos en la Eucaristía, morir sólo es un paso.
Jaime Aceña Cuadrado cmf.