DOMINGO XIII del T. Ordinario 28 de Junio de 2020
«El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí».
Jesús finaliza su catequesis apostólica; propone las condiciones para ser discípulo suyo, para ser signo de Él (Evangelio). Para aceptar sus condiciones, no olvidemos su entrega total hasta morir en la Cruz; somos signos de Jesús si le amamos; por amor renunciamos a la familia por ser nueva familia, la de Jesús que incluye la propia familia humana. Jesús nos ofrece una Vida nueva: «el que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará». Hay más: si vivimos en Caridad, las decisiones dolororsas del discípulo recibirán recompensa: el que dé a beber «un vaso de agua fresca a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro».
El profeta Eliseo es acogido por una mujer sunita y su marido en su casa. Dios ´va a recompensar esta hospitalidad, esta caridad; se lo anuncia el profeta: «el año que viene, por estas mismas fechas abrazarás a un hijo». (1ª lectura).
Si nuestra vida es amor y servicio (Caridad) actualizamos constantemente el salmo 88: «Cantaré eternamente las misericordias del Señor…anunciaré tu fidelidad por todas las edades; dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro».
El primer fruto de nuestro bautismo es la liberación del pecado y nacimiento a una nueva vida (justificación). Quien acepta su bautismo emerge del agua bautismal como persona nueva porque se sumerge en la muerte y en la resurrección del Señor; es una persona resucitada a la vida de Dios en el Espíritu (2ª lectura)…»su vivir es un vivir para Dios…lo mismo vosotros consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro». Es lectura de Vigilia Pascual; resucitar es no vivir para uno mismo, sino que es Cristo quien vive en nosotros, los bautizados conscientes.
Jaime Aceña Cuadrado cmf.