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DOMINGO XVI del T. Ordinario 19 de Julio de 2020

«…y el trigo almacenadlo en mi granero»


Jesús prolonga la parábola del sembrador; conoce bien nuestra condición humana; en nuestro campo no sólo arraiga la Palabra de Vida que nos trnsforma con su poder vital, interno; también arraiga la cizaña que el Diablo, «padre de la mentira», introduce tinieblas en el Reino de la Luz y logra que amemos, a veces, más las tinieblas que la Luz. Crecen juntos el trigo y la cizaña (Evangelio). Al final habrá separción radical entre uno y otra: Los hijos de la Luz son benditos porque han aportado el trigo de las buenas obras al granero del Padre; los hijos de las tinieblas son malditos y son arrojados con su cizaña «al fuego eterno» (Mt. 25,34-41).

La misericordia y la justicia no son incompatibles en Dios; el poder de Dios es el fundamento de la equidad; Dios se muestra paciente con los pecadores, espera que se arrepientan: «diste a tus hijos la dulce esperanza…en el pecado das lugar al arrepentimiento» (1ª lectura).

Hagamos memoria de la paciencia de Dios con nosotros; surgirá sincera la plegaria del salmo 85: «Tú, Señor, eres bueno y clemente…lento a la cólera, rico en piedad y leal».

El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad; hace que la cizaña no ahogue el vigor del trigo en nuestro corazón: «el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inenarrables» (2ª lectura). El Padre escucha complacido nuestra oración porque el Espíritu nos inspira pedir lo que conviene; el Padre nos otorga los dones por los cuales suspiramos en nuestra plegaria desde el corazón del Hijo.

Jaime Aceña Cuadrado cmf.

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