DOMINGO XXVII del T. Ordinario 5 de Octubre de 2020
…»Por último les mandó a su Hijo»
Continúa el conflicto de Jesús con los jefes de Israel. Hagamos memoria: Dios formó un pueblo en Egipto; lo hizo suyo compartiendo su historia, corrigiéndole y mostrando el camino por medio de los profetas. Isaías recoge un canto popular de amor para describir las relaciones de Dios con su pueblo; el esposo-Dios cuida con trabajos de amor a la viña-esposa. La viña le responde con «agraces» (1ª lectura). El amor decepcionado abandona con pesar a la viña; esta queda arruinada; es la síntesis de la relación misericordiosa de Dios con su pueblo -con cada uno de nosotros- y la infidelidad constante del pueblo -de cada uno de nosotros-.
Jesús recoge esta imagen profética de la Viña en el Evangelio de hoy (Evangelio). Los viñadores son los jefes de Israel; los viñadores mataron a los criados primero, al Hijo del Amo después. Cristo vino a sanar esta Viña; pero «vino a su casa y los suyos no le recibieron» (Jn 1, 11). ¿Por qué?: no obedecen al Dueño, quieren apropiarse de la viña…se repite la ambición original de querer ser como Dios.
Nosotros somos Viña del Señor; si rechazamos al Enviado, no daremos frutos, «se nos quitará el Reino de los Cielos y se dará a un pueblo que produzca frutos». ¿Qué frutos espera el Señor de nosostros?; la respuesta la encontramos en el texto de Isaías: «esperó de ellos derecho, y ahí tenéis asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis lamentos» (1ª lectura).
En todo lo bueno hay huella de Dios Creador y Salvador; Pablo nos exhorta a cultivar y disfrutar «lo verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable…y el Dios de la paz estará con vosotros» (2ª lectura).
Son frutos del Espíritu sembrado en nosotros por Cristo, cuya Palabra encarnada, crucificada y resucitada ha inaugurado la Segunda Creación, la nueva y definitiva Creación.
Jaime Aceña Cuadrado cmf.