DOMINGO IVº del Tiempo Ordinario 31 de Enero-2021
«¿Qué es esto?. Este enseñar con autoridad es nuevo».
Jesús acaba de reunir a sus 4 primeros discípulos en sus encuentros a la orilla del lago de Galilea. Después entra en la sinagoga de Cafarnaum.
Ahí realiza su primera actuación en público como Maestro (Evangelio). Los que le escuchan pasan del asombro a la sorpresa; se asombran porque lo que enseña es nuevo; se asombran porque enseña con autoridad, porque vive lo que enseña, no como los escribas.
Entre los que escuchan sus enseñanzas hay un hombre endemoniado; este reconoce a Jesús como «el Santo de Dios». Jesús le manda callar porque no desea el poder, Ël ha venido a servir, a iniciar el Reino de Dios con sus palabras sanadoras, palabras que enseñan lo nuevo y palabras que sanan. La admiración da paso a la extrañeza: hasta los espíritus inmundos le obedecen. De este poder salvador-sanador seguimos participando hoy sus discípulos en los Sacramentos.
El Evangelio de hoy nos muestra a Jesús como Mesías que interpreta la Ley, a través de su enseñanza, y realiza gestos liberadores con una autoridad que no procede de un poder externo, sino de su intimidad con el Padre.
Como preludio al profetismo mesiánico de Jesús está la promesa de Moisés: «el Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo»; el pueblo está a punto de pasar el rio Jordán e internarse en la tierra de Canaán (la tierra Prometida), donde encontrarán adivinos y nigromantes; van a necesitar al Profeta que proclame la Palabra de Dios al pueblo, que anuncie esperanza en situaciones de angustia y corrupción socio-política; el Profeta es mediador entre Dios y el pueblo (1ª lectura). El pueblo debe escucharle y el Profeta debe anunciar lo que Dios le diga. A ambos, al pueblo y al profeta. les pedirá cuentas el Señor.
Israel recibió la Alianza del Sinaí con entusiasmo; pasado un tiempo adoraron ídolos y fueron infieles; no repitamos la conducta de nuestros padres; alentemos el proceso de la conversión: «¡Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestros corazones» (Salmo 94), «porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía».
San Pablo elogia la virginidad y el celibato como situación vital que favorece dedicarse «a los asuntos del Señor». Invita a discernir qué nos separa del Señor en cualquier estado de vida cristiana (2ª lectura).
Hoy la Vida Consagrada es, en medio de la Iglesia y de la sociedad, una Profecía del Reino de Dios, presente entre nosotros: «ayúdanos a poner los ojos en Tí, Señor-Buen Samaritano, para caminar humildemente a tu lado como «hermanos y hermanas» de todos» (Jornada de la Vida Consagrada, 2 de Febrero).
Jaime Aceña Cuadrado cmf.