DOMINGO IIº DE PASCUA 11 de Abril de 2021.
«¡Señor mio y Dios mio!»
El mensaje desde aquel DOMINGO es claro: resucitar con Cristo es nacer a una vida nueva. Es conocido el ideal de las primeras comunidades; son modelo y fundamento para todas las comunidades de todos los tiempos: la escucha de la Palabra-enseñanza de los Apóstoles- la fracción del pan -Eucaristía- y la vida común, el amor fraterno
-repartían los bienes para que nadie pasara necesidad (1ª lectura).
Esta regeneración se mantiene viva por la esperanza: «no habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo véis y creéis en Él….el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad» (2ª lectura).
El salmo 117 expresa la alegría de la Pascua: «este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo». Es el manantial de nuestra gratitud al Señor por su misericordia; Cristo vive y, en Él, todos los que creemos y nos alegramos de su Victoria.
Jesús Resucitado busca a sus discípulos miedosos, encerrados en una casa. Su presencia se prologa en nuestra Asamblea de Fe: Jesús en medio, saluda con la Paz; enseña sus heridas y nos llena de alegría; Jesúsexhala su aliento -su Espíritu- sobre ellos, sobre nosotros, nos abre la fuente del perdón que calma tanta sed, tantas angustias; Jesús contagia su Resurrección (Evangelio).
Hay una segunda parte en este Evangelio de hoy: ocho días después de este encuentro, está con el grupo Tomás, que personifica la increencia que nos envuelve. Muchos contemporáneos sólo creen en los avances de la ciencia y de la técnica, sólo creen en lo que se experimenta físicamente. La confianza y la fe en los testigos pierde importancia…Jesús se dejó palpar por Tomás, que proclama su fe profunda y sincera: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús llama dichosos a quienes creen sin ver ni tocar.
Formamos parte de la multitud que no hemos visto al Resucitado, ni el brillo de sus ojos, ni hemos tocado la orla de su manto, ni escuchado el timbre de su voz, ni la convicción de su Palabra, ni le hemos escuchado rezar el Padre nuestro, ni hemos presenciado sus curaciones y caricias a los enfermos, no le hemos visto agonizar y morir en la Cruz…pero le amamos porque Él nos ama hasta el extremo; nadie nos ha amado tanto; el Señor Resucitado es, para siempre, la Vida de nuestras vidas. Pero no olvidemos que la experiencia de Tomás nos dice que sólo le encontramos Resucitado dentro de la Comunidad; fuera de ella florece la incredulidad.
Jaime Aceña Cuadrado cmf.