DOMINGO XII del Tiempo Ordinario 20 de 2021
«¿Por qué sois tan cobardes?.
El mar se relaciona con los enemigos de Dios en la Biblia: en él se ocultan los espíritus inmundos, las tinieblas…hoy profundicemos la Palabra de este Domingo con el simbolismo del mar, figura de las dificultades que asaltan nuestra vida de fe e imagen de los frenos que nos impiden seguir a Jesús.
Dios habla a Job en medio de la tormenta, según la forma habitual de las manifestaciones divina (1ª lectura). Dios todopoderoso dirige el mundo con sabiduría, domina el mar y habla con Job; es la base de la fe fiel de Job que pondrá su vida en manos del Todopoderos: «el Señor me lo dió, el Señor me lo quit´»- afirma en texto posterior al de hoy-.
En el Nuevo Testamento Dios no habla ya desde la tormenta, habla en y por Jesucristo, su Hijo, que domina el mar y todos los elementos (Evangelio). S.Marcos sitúa la escena al atardecer, próximas las tinieblas de la noche; Jesús toma la iniciativa: «vamos a la otra orilla»; nos invita a superar rutinas para abrirnos a experiencias nuevas, a vivir y sembrar el Evangelio en otros contextos. D ificultades son todo lo que nos atormenta, crisis, divisiones, enfrentamientos…mientras el Maestro no abandona la barca, aunque esté dormido; le despertamos y sus preguntas abordan en profundidad nuestra relación con Él, nos permiten tomar conciencia de nuestra Fe: «¿por qué sois tan cobardes?; ¿por qué no tenéis fe?». Reconozcamos que el miedo y la búsqueda de seguridad material nos paralizan a la hora de vivir y sembrar el Evangelio en ambientes de increencia (mayoritaria).
¿Qué hacer?: vivir con Jesús, escuchar-acoger su Palabra, no abandonar la barca de la Comunidad y confiar en el poder de Jesús,
«hasta el viento y las aguas le obedecen».
Sepultados con Cristo por el Bautismo, con Él hemos resucitado a una vida nueva para Dios y para Cristo. Renacidos juzgamos según el Espíritu, no según la carne (2ª lectura). La Vida nueva no evita dudas, crisis…pero el Espíritu labra en nosotros la imagen de Cristo: «lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo».
Llamados a la santidad cristiana «damos gracias al Señor porque es terna su misericordia» (Salmo 106); sabemos de quién nos hemos fiado: «apaciguó la tormenta en suave brisa y enmudecieron las olas del mar; se alegraron de aquella bonanza y Él los condujo al ansiado puerto». Confiados en Dios, vencemos los miedos que nos paralizan y nos acobardan. Sembremos el Evangelio con alegría. La semilla tiene fuerza para crecer y dar fruto. Nosotros sembremos. Él dará el fruto.
Jaime Aceña Cuadrado cmf.