DOMINGO XVIII del T. Ordinario 1 de Agosto 2021
«Y ¿qué signovemos que haces tú para que creamos en tí?».
Esta pregunta de los contemporáneos deJesús tiene el transfondo de la fe Judía. El Éxodo de Moisés con el pueblo elegido hacia la Tierra Prometida es posble por los signos y la presencia de Yahvéh con su pueblo. El desierto pone a prueba la fe de Israel en la Promesa de Yahvéh; es tan dura la travesía que duda: ¿nos ha abandonado?, ¿nos ha traído al desierto para que perezcamos?…esta crisis de confianza en Dios está presente en muchas personas que viven hoy el desierto de la increencia, el dolor de la injusticia, la amenaza del hambre y de la guerra, el trauma del desamor, del aborto…Hoy muchas personas se preguntan: ¿dónde está Dios y el Reino inaugurado por Jesús, el Resucitado?. Hoy «el faraón» tiene rostro de violencias, de amenazas a la Paz y a la convivencia…¿Cómo mantener la esperanza en la Promesa de Dios que ha encarnado Jesús, el Maestro?.
Concretemos: el maná es señal de que Yahvéh camina con su pueblo y pide una prueba de su fe: que recojan sólo el maná necesario para el dia de hoy (1ª lectura). El mañana está en manos de Yahvéh que va a proveer de sustento y de agua durante él éxodo hacia la libertad.
Los simpatizantes de Jesús le buscan porque quieren el alimento material que les ha proporcionado; no le buscan para encontrarse con Él, para conocerle, para cambiar sus valores (Evangelio) :»trabajad por el alimento que perdura, dando vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre». El maná presagia el verdadero pan de Dios; nosotros, también, te pedimos hoy Señor: «danos siempre de ese Pan»; este es el signo y Sacramento de nuestra Fe: «Yo soy el pan de Vida; el que viene a mí no pasrá hambre; el que cree en mí no pasará nunca sed»;
¿creo?, ¿creemos?, ¿qué celebramos?.
Es bueno afincarnos en esta Tradición eucarística que hemos recibido desde el principio; ser fieles nos compromete, además, a renovar nuestros criterios, actitudes y compromisos-obras: «No andéis ya como es el caso de los gentiles en la vaciedad de sus criterios…renováos en la mente y en el Espíritu» (2ª lectura).
Esta profunda renovación interior sólo será posible si nutrimos nuestra vida con el alimento que perdura, el Cuerpo y la Sangre del Señor Resucitado. «El Señor les dió pan del cielo» (Salmo 77). Al comer este Pan, el Cuerpo entregado de Jesús, proclamamos su muerte y resurrección en nuestra vida fraterna, hasta que Él venga. Esta Vida Nueva urge el cambio de nuestros criterios, actitudes y obras.
Jaime Aceña Cuadrado cmf.