DOMINGO XXVIII del T. Ordinario 10 de Octubre de 2021
«…anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres…y sígueme»
Hoy tampoco tenemos posibilidad de «domesticar» la Palabra de Dios. Hoy nos urge revisar nuestra relación con la riqueza y nuestro compromiso para frenar la desigualdad creciente. Está en juego nuestra coherencia cristiana.
¿Son más sabios los avaros, los que viven para sí mismos, para enriquecerse…?. En oración llegamos a comprender a Salomón que prefiere la Sabiduría a todos los bienes de la tierra porque «todos los bienes me vinieron con ella» (1ª lectura). Esta Sabiduría o es el mismo Dios o pertenece al orden divino, que designamos como voluntad de Dios.
El joven rico tiene toda la riqueza que puede ofrecerle este mundo. No pide riqueza a Jesús sino «¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Evangelio). Jesús le propone cumplir la ley de Moisés: no hacer daño ni injusticia al prójimo, «no matarás, no cometerás adulterio, no robarás…»El joven es bueno, todo eso lo ha cumplido desde pequeño. Jesús le mira «con cariño» y le hace una propuesta radical, que hoy sigue resonando en nuestro interior: «una cosa te falta, anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo- y luego sígueme». Esta propuesta enfrenta al joven con la verdad de su vida, con lo que es; se entristece porque es rico, es bueno pero está apegado a su dinero…la propuesta radical de Jesús no ha perdido garra, nos enfrenta a la verdad de lo que somos: ¿soy rico?, ¿qué hago con mi dinero?, ¿para qué ahorro?, ¿en qué y dónde gasto mi dinero?, ¿para qué compro?. La condición para mantener la alegría de discípulos que seguimos a Jesús es contentarse con lo necesario y compartir para aliviar la crisis que asfixia a prójimos que tengo cerca, aunque sea un poco.
Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre; su Palabra penetra hasta el fondo de nuestra conciencia y de nuestra realidad personal; es eficaz, no queda en letra muerta; si la meditamos llegamos al diálogo filial con Dios (2ª lectura). La escucha y la respuesta es a Jesucristo siempre, Palabra Eterna.
La fiebr del oro no nos hace Sabios, sino avaros. Sabiduría y misericordia convergen en el corazón de Dios y son regalos divinos para el que reza de verdad y no cae en la trampa de la avaricia (Salmo 89); la vida humana es breve; con la esperanza que nos da la Resurrección «toda nuestra vida es alegría y júbilo»;´júbilo que los bienes pasajeros no otorgan; «enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato»
un corazón sabio.
Jaime Aceña Cuadrado cmf.