DOMINGO IVº de Cuaresma 27 de Marzo de 2022
«…este hijo mío estaba perdido y lo hemos encontrado»
Jesús «acoge a los pecadores y come con ellos» (Evangelio). Le rodea un auditorio variado ciando dice la Parábola del Hijo Pródigo: los publicanos y pecadores le escuchan con veneración porque lo que oyen no es un reproche a sus vida; los fariseos y los letrados porque examinan su orto para encontrar en su enseñanza algo que vaya contra la ley judía. Constatamos que hoy esta parábola no nos deja indiferentes.
Los caminos del hijo menor son nuestros caminos; todos somos pródigos que buscamos experiencias que rompan nuestro hastío, pero que nos dejan vacíos, hasta toparnos con la nada, con el desengaño de querer «llenarnos con las algarrobs que comían los cerdos»; esta ruina y esclavitud nos hacen anhelar la casa paterna; nos identificamos con la experiencia del hijo menor y anhelamos volver al hogar; nuestras equivocaaciones no anulan nuestra libertad; libres cuando equivocamos nuestra decisión; libres para decidir la vuelta a casa, adonde está el Padre que siempre nos espera. La buena decisión libre nos sana del libertinaje.
El Padre «le ve a lo lejos»…le abraza; nada pide al hijo que se marchó; nada le pregunta…sólo le ama, como el día que se fué. En cambio el hijo mayor está corroído por la envidia, juzga y condena a su hermano. Jesús nos invita a ser como el Padre de la parábola en relación con los demás.
Si el Señor fué bueno para Israel cumpliendo su promesa de otorgarle una tierra de libertad, las misericordias de Dios se perpetúan en Jesús que nos le muestra como Padre siempre dispuesto a perdonar y que hace fiesta cuando desandamos el camino del pecado: «Gustad y ved qué bueno es el Señor…si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de su angustias» (Salmo 33).
Jaime Aceña Cuadrado cmf.