DOMINGO XXX del T. O. 28 de Octubre de 2018
«¡Señor, que vea!»
La enfermedad grave cuestiona la relación de Dios con quien le ha rezado cada día. ¿Qué lugar ocupa Dios en esa enfermedad?, ¿es sensato seguir confiando en Él?.
Hoy la Palabra resalta el señorío de Dios en toda circunstancia. La peor enfermedad es la esclavitud, la falta de libertad. Jeremías alienta la esperanza de Israel recordando la intervención de Dios en la historia del pueblo, reuniendo «un resto fiel» , consolando a los más débiles -«ciegos y cojos, preñadas y paridas»- (1ª lectura).
Dios cambia nuestra suerte. Yo soy el Padre de Israel, decía Jeremías de parte de Dios a los desterrados de Babilonia. Al conocer que la salvación es definitiva, entonamos con Israel la acción de gracias porque está salvado del destierro, símbolo de la etapa de nuestros extravíos: «la boca se nos llena de risas y la lengua de cantares, porque el Señor ha estado grande con nosotros» (salmo 125).
El ciego Bartimeo encarna nuestros destierros: su ceguera le impide reconocer al Mesías porque estaba tirado «al borde del camino pidiendo limosna». Nadie le da lo que de verdad necesita, como les pasa a tantos Bartimeos de hoy. Pero le sale del alma gritar cuando le informan de quién pasa por el camino: «Hijo de David, ten compasión de mí». (Evangelio). Insiste porque está perdido. Jesús le llama y su vida cambia cuando se acerca de un salto y escucha: «»¿qué quieres que haga por tí?»…a todos los desterrados nos dice lo mismo, ninguna condena; ¿hacemos nuestra la súplica del ciego? .»Maestro, que pueda ver»…»y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino».
La peor ceguera es la falta de fe, la arrogancia, el endiosamiento que nos impide llamar al que nos puede sanar por no reconocer a Jesús, Sumo Sacerdote del Padre: «tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad del sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo». (2ª lectura).
Cuando comenzamos a ver, oramos para no volver a la ceguera: Jesús, enséñame a amar como Tú para que tu Luz prevalezca sobre la tiniebla. Amén.
Jaime Aceña Cuadrado cmf