DOMINGO XXXII del T.O. 11 de Noviembre-2018
¿Cómo es mi relación personal con el dinero?, ¿arrimo el hombro para sostener las cargas y gastos de la Comunidad, hoy que es el día de la Iglesia Diocesana?. ¿Busco mi seguridad personal en los bienes materiales, sobre todo?.
El profeta Elías vive apasionadamente su vocación; como hombre de Dios afronta los peligros y desprecia su propia vida por ser fiel a la misión que ha recibido de Dios; le sostiene su fe inconmovible que anima su celo profético insobornable. La viuda de Sarepta descubre en Elías a un hombre de Dios porque se presenta en su casa pobre y humilde. Ella tiene fe en Dios y es generosa hasta desprenderse de lo que necesitan para sobrevivir ella y su hijo. La palabra de Elías es eficaz porque Dios se identifica con su ministerio. Fe en Dios y entrega a los demás le hacen presente en las circunstancias difíciles y ordinarias de cada dia. (1ª lectura).
La escena del Evangelio contrapone las obras de los escribas y fariseos con la obra de la viuda pobre. Aquellos echan la limosna en el cepillo para ser vistos por la gente y viven del culto del Templo. Jesús resalta la fe y la generosidad de la viuda que echa lo que necesita para vivir. Fe verdadera y gerosidad se dan la mano. La verdadera ofrenda para el culto del Señor comporta privarse de algo que necesito, no es ofrecer lo superfluo. Celebro la Eucaristía si ofrezco vida con la de Jesús para que mi familia crea, para que la justicia nos traiga la Paz… La ofrenda verdadera cambia mi relación con el dinero y mi colaboración con la Iglesia diocesana…no echo céntimos para tranquilizar mi conciencia, sino que me incorporo a la vida y misión de mi comunidad. ¿Es así mi ofrenda?.
La ofrenda del Antiguo Testamento contrasta con la de Jesús; enumero algunas diferencias: sacrificios repetidos con sangre ajena–sacrificio único de sí mismo; sacrificios ineficaces–sacrificio eficaz para la destrucción del pecado que genera injusticias y sufrimientos; entrada repetida de los sacerdotes antiguos en el santuario–Cristo se presenta a Dios una sola vez, en la cruz, en favor nuestro: «la segunda vez aparecerá sin ningina relación al pecado, para salvar definitivamente a los que le esperan» (2ª lectura).
Dos viudas pobres nos hacen caer en cuenta que el Reino de Dios llega, con frecuencia, a través de los empobrecidos porque los poderosos son seres de polvo que no pueden salvar, solo «el Señor hace justicia a los oprimidos…sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados» (Salmo 145); oremos para que nuestra ofrenda brote y se sustente en lo que vivimos ante Dios y el prójimo.
Jaime Aceña Cuadrado cmf