Nuevo artículo

DOMINGO VIº sel T. O. 17 de Febrero-2019: «Dichosos los pobres…»


Jesús conoce nuestro anhelo de ser felices; ofrece el Reino de Dios como experiencia de gozo y alegría que el mundo no puede dar. S. Lucas expone en cuatro Bienaventuranzas y en sus cuatro maldiciones correspondientes, el cambio existencial que inaugura el Reino de Dios: el llorar de ahora será un reir y el reir presente será amargo llorar para los que no se abran a este Reino. (Evangelio).

Jesucristo encarna e inicia el Reino de Dios: los pobres encuentran la felicidad permanente porque su riqueza es vivir en este Reino; el hambre que padecen lo sacia Jesús; el sufrimiento y el llanto les lleva a la herencia y al consuelo del Espíritu que arde con Jesús; las calumnias y persecuciones no les quitan la alegría porque su recompensa «será grande en el cielo», que no es el más allá, sino la vida nueva en el corazón y en el Espíritu de Jesús, primicia de la plenitud que anhelamos. Otros caminos del mundo son malditos…el de los ricos, el de los saciados, el de los que ahora ríen, el de la fama…

Los «dichosos» para Jesús son los que han aceptado la Sabiduría de vivir desde lo permanente; viven como si vieran a Dios habitualmente.

Jeremías denuncia como camino de perdición buscar la seguridad «en hombre y carne» y no apoyarse sólo en la Alianza con Dios. El resultado es la esterilidad simbolizada «en el cardo de la estepa» (1ª lectura). En contraste «quien confía en el Señor será un árbol plantado junto al agua…no deja de dar fruto».

El salmo 1 convierte en plegaria la profecía de Jeremías y la enseñanza de Jesús: «dichoso el hombre que confía en el Señor…porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal».

Pablo establece firmemente la verdad de la resurrección de los muertos, que inquietaba a los Corintios (2ª lectura): si parece absurda la resurrección de los hombres, también lo sería la de Cristo «y si Cristo no ha resucitado vuestra fe no tiene sentido»; sin resurrección todo sería una superchería, un engaño: la predicación apostólica, la fe, el testimonio divino, el perdón de los pecados, la esperanza de los que murieron…»¡pero no!, Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos». Por fe le seguimos y acogemos la nueva bienaventuranza que nos ofrece con su vida y enseñanzas.

Jaime Aceña Cuadrado cmf.

Marcar el enlace permanente.

Comentarios cerrados.