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2 de FEBRERO: PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Jornada Mundial de la Vida Consagrada


Es una de las «doce fiestas» de las Iglesias de oriente, celebrada allí con gran solemnidad porque es la fiesta del encuentro del Señor con su pueblo. Es el Señor que toma posesión de su templo, anulando la gloria del primer templo. María llevaba el verdadero templo de Dios en sus brazos: «la humanidad del Hijo de Dios». S. Bernardo lo expresó admirablemente: «Ofrece a tu hijo, santa Virgen, y presenta al Señor el fruto bendito de tu vientre. ofrrécelo para reconciliación de todos nosotros»…aunque una espada de dolor atraviese tu alma.

Hoy la Iglesia nos invita a todos los consagrados a tener un encuentro con el amor de Dios. Con todos los bautizados vamos al encuentro de Cristo, el Señor. Lo encontramos en la fracción del pan hasta que venga de nuevo en gloria.

En nuestra época, dominada por la increencia en el proyecto salvador de Dios-Padre revelado por Jesucristo, el Hijo, nuestro hermano, la Vida Consagrada aparece como signo y parábola del Reino de Dios.

La Vida Consagrada hace profesión de llevar hasta las últimas consecuencias el dinamismo bautismal; hacemos profesión de sepultar «el hombre viejo»-egoísta y superficial- para renacer a la vida de Jesucristo, descrita por S. Pablo: «soy yo quien vive, pero no, es Cristo quien vive en mí».

Con el voto de Pobreza queremos librarnos de las seguridades materiales hasta contentarnos con lo necesario para una vida decente que nos permite compartir lo que somos y tenemos, a ejmplo de Jesús.

Con el voto de Castidad hacemos propósito de Amor exclusivo a Cristo y a los hermanos; Amor que nos une como hermanos y hermanas a todas las personas y a la Creación entera sin poseer a nadie ni a nada.

Con el voto de Obediencia expresamos nuestra libertad entregada a la voluntad de Dios, discernida y encontrada en Comunidad, que evangeliza y anticipa los bienes permanentes del Reino de Dios: Caridad, justicia, fraternidad.

Este año el lema es: «La Vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente». Oramos: «Señor, asociados a la Madre de la Santa Esperanza, te sirvamos los consagrados, sin desfallecer, a Tí y a tu pueblo para que los que desesperan de la salvación, revivan la Esperanza en tu Presentación redentora en sus vidas». Amén

Con el voto de pobreza queremos librarnos de las seguridades materiales porque no sólo de pan vive el hombre

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