DOMINGO VIIº del T. Ordinario 20-2-2020
«Yo, en cambio os digo: Amad a vuestros enemigos»
La santidad de Dios indica algo «único», transcendente. El pueblo de Israel está llamado a ser y vivir al estilo de Yahveh que cuida y ama al Pueblo. Es propio de la santidad de Dios perdonar, amar al prójimo venciendo odios y venganzas (1ª lectura).
El salmo 102 nos invita a bendecir a Dios por su amor paternal hacia nosotros: «el Señor es compasivo y misericordioso»…»como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles».
El discípulo de Jesús está llamado a amar al enemigo y, en la intimidad de la oración, orar por él. Son obras nuevas, propias de un hijo de Dios.(Evangelio). El espíritu filial hace posible al cristiano descubrir un hermano en el que le odia o le hace la vida imposible. Por tanto «sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» -que manda la lluvia y el sol sobre justos y blasfemos-.
El cristiano es Templo de Dios consagrado al servicio de Dios, cuya gloria es que todos vivan y lleguen al conocimiento de la Verdad. (2ª lectura). Si el discípulo no se corrompe con las seducciones de este mundo, puede encauzar y ofrecer al Padre toda la Creación. Todas las cosas reciben unidad en el discípulo de Jesús, piedra angular del Nuevo Templo, para que pueda ofrecerlas y bendecir al Padre desde el Corazón de Cristo, la piedra Angular que da consistencia a la comunidad de personas que aceptan y viven el Bautismo.
Jaime Aceña Cuadrado cmf