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DOMINGO DE PENTECOSTÉS 31 de Mayo de 2020

«Recibid el Espíritu Santo…»


Cuando pase lo peor de esta pandemia necesitaremos echar la vista atrás y contarnos lo que hemos vivido y sufrido…haremos homenaje a los que lucharon y se fueron; los cristianos haremos también este proceso de duelo y esperanza, aunque nos inquieta el futuro, como a todos. Mantenemos la certeza de la fe: El Espíritu prometido por el Resucitado va a iluminar nuestro camino hacia la fraternidad solidaria; vivimos en una casa común.

Cincuenta días después de la Pascua, los discípulos estaban juntos con María, la Madre de Jesús; oraban esperando la Promesa del Espíritu Santo; un día descendió sobre ellos como Viento y como Fuego, como apertura y como lengua universal. Salen decididos de su escondite y proclaman con entusiasmo ante el pueblo la Noticia de Jesús Resucitado. El Espíritu rompe barreras de idiomas, culturas…todos entienden el anuncio; muchos lo acogen con libertad; otros muchos, no, como ocurre hoy. (1ª lectura).

Años después, la Comunidad de Corinto experimenta la diversidad de dones del Espíritu; tiene como identidad el servicio a la Comunión plena de la Comunidad, Cuerpo de Cristo. No hay división o malos entendidos, como en Babel.(2ª lectura).

De lo más profundo de nuestro corazón, surge hoy la plegaria: «Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra» (salmo 103). La Secuencia, recitada despacio, es la acogida del Espíritu como Luz, Consuelo, Huésped del alma, brisa,agua, gozo «que reconforta en los duelos».

El día de Pascua fué ya Pentecostés; aquella tarde, el Resucitado «sopló su aliento sobre ellos…» El Espíritu es el alma de la Igleisa; será el que enseñe a orar, a perdonar, a celebrar y a dar mucho fruto. (Evangelio).

Pedimos los siete dones del Espíritu: Sabiduría divina, insértanos un renuevo en la familia Trinitaria;Entendimiento ilumina nuestra mente para comprender lo que nos hace libres; enséñanos la prudencia con el don del buen Consejo; que tu Fortaleza ahuyente nuestras angustias y miedos; y tu Ciencia soberana quite a los ojos sus velos;
ayúdanos a vivir la Piedad del hijo bueno; y ofreceremos al Padre nuestro amor sin Miedo.

Jaime Aceña Cuadrado cmf.

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