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DOMINGO VIº del Tiempo Ordinario 14 de Febrero de 2021.

«¡Quiero, queda limpio!».


Cuando alguien vive en exclusión social o padece una enfermedad, puede llagar a sentirse fuera de todo, como un muerto viviente.

El libro del Levítico tiene una sección de pureza ritual, describe los tipos de impurezas y presenta el camino de su purificación; el capítulo 13 hace referencia a las enfermedades de la piel, a la lepra (1ª lectura). El leproso vivía en Israel sin poder participar en el culto del Templo ni en la vida social: «mientras le dure la lepra, seguirá impuro: vivirá sólo y tendrá su morada fuera del campamento».

En la sociedad de Jesús, la lepra era considerada como un castigo de Dios por el pecado cometido y fuente de impureza ritual. Jesús, en su tarea misionera por Galilea, es abordado por un leproso: «Señor, si quieres puedes limpiarme»; confianza ciega le lleva a presentar ese ruego, seguro de la bondad de Jesús; ha oído hablar de Él; se acerca, le suplica…la respuesta de Jesús es inmediata: «¡quiero, queda limpio».
Jesús toca y sana al impuro. Jesús cumple la ley recogida en el Leítico: le manda presentarse al sacerdote y «no se lo digas a naie», todavía no ha llegado el momento de mostrar su identidad como Mesías-Hijo de Dios; esto segundo es difícil de cumplir: la alegría del leproso le lleva»a divulgar el hecho con grandes ponderaciones». Aunque Jesús se retira, «aún así acudían a él de todas partes».

Excluídos sociales son hoy los hambrientos, los enfermos por Covid19, los que emigran con riesgo de sus vidas…el Papa Francisco nos urge a ser solidarios porque es el primer dique contra la exclusión.
Urgidos a ser hermanos; es el camino que vence todas las exclusiones.

Lo concreto y cotidiano de la vida cristiana es «para la gloria de Dios» (2ª lectura); la gloria de Dios es que toda persona humana, viva dignamente. Comer, beber, trabajar…todo para un discípulo de Cristo sirve para ejemplo de Vida Nueva, Evangélica, para cuantos nos contemplen; S. Pablo se pone como modelo a imitar porque el Apóstol sigue el modelo de Cristo, no busca su propio bien sino el de todos.

Triste era la suerte de los leprosos; esclava es hoy la vida de los excluídos; Cristo nos revela la salvación. Él es «el refugio que libra de peligro´», Él «quien nos rodea de cantos de liberación»; confesaremos nuestra culpa y Él perdonará nuestro pecado (Salmo 31).

Jaime Aceña Cuadrado cmf.

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