VIGILIA PASCUAL Y DOMINGO DE PASCUA: 3 Y 4 de Abril
«No está aquí…¡Ha Resucitado!».
Nuestra sociedad padece una cierta oscuridad vital: la confusión anida en el corazón de muchos: ¿hay valores permanentes?, ¿por dónde se va al país de la justicia y de la paz?. Vivir de sensaciones nos lleva a la depresión y a la tristeza; hablamos mucho de la cultura líquida que nos envuelve pero hay que denunciar el dolor inhumano que genera: desconfianza, violenicas, latrocinios, esclavos del dinero y de sus ofertas…es urgente la Luz que oriente nuestros pasos hacia el país de personas libres, fraternas, capaces de emplear la vida en el bien común
La Vigilia Pascual es el pórtico de la Pascua; en esta Noche Santa celebramos las claves que nos llevan a Resucitar en Cristo, que profundizamos durante la cincuentena de este Tiempo Litúrgico, primaveral.
La liturgia de la Luz, con la que iniciamos la Vigilia, nos compromete a ofrecer Luz que nace en el Resucitado e ilumina a los reunidos en torno al Cirio. Nos urge a ser Luz puesta sobre el candelero para que alumbre a los que viven con nosotros e ilumine la noche que nos envuelve.
Con el Pregón de la Pascua hemos entrado ya en la noche santa de la Resurrección. Nuestra Pascua cristiana tiene formato de Pascua judía; la liturgia de la Palabra es la respuesta a la pregunta que el más pequeño de la familia hacía y que nos siguen haciendo los más pequeños en Catequesis: «¿por qué celebramos la Pascua?». Nuestra historia lo es del Amor de Dios por su Pueblo: desde el corazón del Creador el mundo es «bueno» porque la luz prevalece sobre la tiniebla y la pareja humana es fecunda y creadora; todo lo ha hecho Dios para el hombre y la mujer, que son su imagen (1ª lectura).
La respuesta humana correcta es la Fe de Abraham: confía en Dios hasta el punto de no retener a su hijo, dispuesto a sacrificarle…(¡cómo nos hace presente el reciente sacrificio de Jesús en la Cruz); Dios se lo devuelve y le da una descendencia numerosa; es el itinerario de la Fe (2ª lectura). La esclavitud amenaza siempre al Pueblo de Dios.
El Éxodo hacia la tierra Prometida es largo y difícil; pero Dios «no abandona la obra de sus manos». La liberación de Egipto es el comienzo de una historia que conduce hacia la liberación definitiva (3ª lectura). Y hay una fuerza que transforma desde dentro; Dios infunde su Espíritu -afirma Ezequiel- si nos cenvertimos de corazón (4ª lectura
-la 7ª del A.Testamento esta Noche).
Irrumpen las campanas del Gloria y la Palabra del Nuevo Testamento con el relato de la Resurrección y con su fruto en nuestra vida, «muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (s. Pablo).
Tenemos ocasión de renovar nuestro Bautismo con el agua bendecida, en contacto con el Cirio Pascual y con el compromiso renovado de morir al hombre viejo para renacer como niños a la vida nueva en el Espíritu. El agua de la Pascua brota del costado de Cristo que nos dice: «el que tenga sed que venga a mí y beba».
¡Cristo vives, has Resucitado!, eres fuente de Nueva Vida porque nos resucita tu Espíritu; en Tí nacemos a la convivencia humana reconciliada y reconciliadora. ¡Resucitó el Señor, y está en la encrucjada de todos los caminos que llevan a la Paz!-cantamos-.
Jaime Aceña Cuadrado cmf.