DOMINGO XXXIV Jesucristo, Rey del Universo 20-XI-22
«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraiso».
El Evangelio de hoy presenta crucificado a Cristo-Rey, final dde este ciclo Litúrgico en el que hemos celebrado el Misterio de Cristo Salvadore que hoy culmina en la Cruz. Él había dicho que su Reino no es de este mundo; son muchas las paradojas de su presentación pública como Rey: azotado, coronado de espinas, con la cruz del patíbulo a cuestas, agonizante cosido a la cruz…es evidente que no tiene los atributos de los poderosos. Su rostro es el de un condenado sangriento; es el Hijo de Dios y agoniza como un proscrito (Evangelio).
Pero su Amor es más fuerte que su dolor y abandono…¿qué vió en Él uno de los condenados?, ¿qué escuchó de su plegaria que provocara el arrepenimiento de este malhechor?…»Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino»…ha venido a slavar, no a condenar: «»Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
Contemplamos imágenes del Crucificado (Velázquez, Gregorio Fernández…) y oramos:
«No me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar, por eso, de ofenderte; Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido, muéveme el ver tu cuerpo tan herido, muévenme tus afrentas y tu muerte…muéveme, en fin, tu amor y en tal manera que aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera; no me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera. Amén».
Contemplemos, adoremos en silencio….si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no produce fruto -había enseñado.
Jaime Aceña Cuadrado cmf.