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DOMINGO IIIº de Cuaresma 12 de Marzo de 2023

«Señor, dame esa agua…»


En la Palabra de este Domingo encontramos la Salvación que Jesús ofrece en los símbolos de la sed y del agua. El pueblo de Israel, en marcha hacia la tierra prometida, ha obedecido a Dios dejando sus casas y «cebollas» de Egipto; ha superado el paso del Mar Rojo con la protección de Dios; pero la sed, en pleno desierto, pone a prueba su fe: «¿está o no está el Señor en medio de nosoros?» (1ª lectura). El agua simboliza las bendiciones de Dios…»allí estaré yo ante tí…golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo».

Pero esto no es suficiente para saciar toda la sed de la persona humana. Jesucristo ofrece un agua distinta: «el que beba de esta agua que yo le daré, nunca más tendrá sed» (Evangelio). El encuentro de Jesús con la mujer de Samaría, junto al pozo de Jacob, es una catequesis perfecta: parte de la fe: si conocieras el don de Dios»…ya creemos y la fe nos abre a la esperanza: «se acerca la hora, ya está aquí»; todo el proceso de la fe se inicia y consuma en el Amor: Jesús ofrece un surtidor de agua, Él mismo es ese surtidor de agua, de Amor misericordioso, presente desde el inicio de nuestra vida y que sigue con osotros. En otro momento de su ministerio mesiánico, exclama Jesús: «El que tenga sed, que venga a mí y beba».

San Pablo describe el proceso de la justificación: la fe nos abre la puerta a la gracia salvadora, a la paz que pone fin a la angustia del pecado y a la enemistad con Dios; el segundo efecto de la justificación es la esperanza en la manifestación final de la gloria de Dios, que comporta la resurrección de la persona humana (con cuerpo espiritual), la vida eterna, el encuentro definitivo con Dios; esta meta de la esperanza ya la vivimos mientras peregrinamos en esta vida, aunque todavía no hemos llegado a la plenitud; «la Esperanza no defrauda»; Dios es fiel, cumple su Palabra; el Amor de Dios «ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado»; la cumbre de la justificación es que Dios nos ama, «es que Cristo, siendo nosotros pecadores, murió por nosotros» (2ª lectura).

Nuestra respuesta agradecida está expresada en la plegaria del salmo 94: «escucharemos tu voz, Señor…venid, aclamemos al Señor porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía».

Jaime Aceña Cuadrado cmf.

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