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EL HIJO DE LA VIUDA DE NAÍN
Dos cortejos, el de Jesús y sus discípulos, y el sepelio del muchacho fallecido (hijo único de una viuda de la ciudad de Naín) se encuentran a las afueras de Naín.
Jesús aprecia el desconsuelo de la mujer y resucita a su hijo. Jesús devuelve la alegría a esta mujer. Es lo que Jesús busca para sus amigos, para sus discípulos. Para nosotros también.
¡JOVEN LEVÁNTATE!
¡MUJER, NO LLORES!
“MUCHACHO A TI TE LO DIGO, LEVÁNTATE”
“No llores”. Jesús no puede ver a nadie llorando. Necesita intervenir.
No lo piensa dos veces. Se acerca al féretro, detiene el entierro y dice al muerto: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”. Cuando el joven se reincorpora y comienza a hablar, Jesús “lo entrega a su madre” para que deje de llorar. De nuevo están juntos. La madre ya no estará sola.
Por eso es bueno que nos detengamos hoy ante Jesús de Nazaret y aprendamos de su comprensión, su cercanía y su dolor ante aquel joven muerto, hijo único de una pobre viuda de Naín.
Quizás aprendamos algo muy necesario entre nosotros: sufrir con todos los que sufren.
Necesitamos hombres de espíritu lúcido y magnánimo, capaces de compadecer a todo hombre.
Gracias, Señor, por ser bueno¡
-Gracias, Señor!
-Gracias, Señor, por tu corazón grande
-¡Gracias, Señor!
-Gracias, Señor, por el amor inmenso
-¡Gracias, Señor!
-Gracias, Señor, por lo mucho que nos das
-¡Gracias, Señor!
-Gracias, Señor, por permitir que te alabemos
-¡Gracias, Señor!
-Gracias, Señor, por dejar que te miremos
-¡Gracias, Señor!
-Gracias, Señor, por tu misericordia
-¡Gracias, Señor!
-Gracias, Señor, por tu bondad
-¡Gracias, Señor!
-Gracias, Señor, por perdonarnos
-¡Gracias, Señor!
-Gracias, Señor, por estar aquí
-¡Gracias, Señor!