«Venid a la Boda»

DOMINGO XXVIII T.O.


Las noticias de esta temporada generan desconcierto y pueden matar la esperanza de alcanzar concordia que respete e integre las diferencias; esta sensación de fracaso en la convivencia no anula la aspiración profunda de tener la fiesta en Paz. Este anhelo nos introduce a fondo en el Mensaje de la Palabra de hoy.

Jesús ofrece la novedad de su Evangelio cimentándolo en la tradición judía y en la vida real. Las bodas se viven con profunda alegría. Jesús anuncia que el Padre está preparando un banquete final para todos sus hijos (Evangelio). A todos invita reiteradamente a la Boda; el esposo es su Hijo, Jesús; la novia es la humanidad a la que salva Cristo por la entrega de su vida. Jesús despierta la confianza en el Padre y hace llegar su invitación a todos.

Pero ¿qué ha sido de esta invitación?; el primer invitado es el pueblo de Israel pero rechazó al esposo. Después somos llamados los gentiles a participar en su Boda, en su Reino; ¿qué excusas ponemos para no acudir a la Fiesta?: ¿negocios?, ¿trabajos?, ¿envidias?. Si no nos excusamos, hay otra condición para entrar: ponerse el vestido adecuado: la caridad, la justicia…en definitiva, vivir y vestir al estilo del Novio.

Con la imagen del banquete describe el profeta Isaías la salvación de todos los pueblos; el Mesías les reunirá en torno al monte Sión, en Jerusalem; el Señor quitará a todos las señales del duelo: «velo…lágrimas…muerte» y quitará a Israel el oprobio de los ídolos que esclavizan: «celebremos y gocemos con su salvación»
(1ª lectura).

La alegría del Reino transforma la convivencia y los valores; los cristianos de Filipo se privan de lo necesario para ayudar al Apóstol Pablo que, aunque está entrenado para vivir en la pobreza y en la abundancia, porque afirma «todo lo puedo en aquel que me conforta», agradece los desvelos de la comunidad. El ejercicio de la caridad fraterna provoca la recompensa de Dios (2ª lectura).

En las dificultades del camino Dios no se deja ganar en generosidad; anticipa los alimentos del banquete final: «el Señor es mi pastor, nada me falta…en verdes praderas me hace recostar…preparas una mesa ante mí…» (Salmo 22). ¿Acudiré al Banquete final?. ¿Estoy preparado?.

Jaime Aceña Cuadrado cmf

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